La aceptación es un
proceso donde los sujetos implicados deben confrontar una realidad, en algunos
casos implica sólo adaptarse a un nuevo estilo de vida que puede estar
compuesta por cambios en la alimentación u horarios. No obstante, hay casos en
los que aceptar es demasiado difícil porque implica sacrificio, dolor o
pérdidas, indudablemente, no todos estamos preparados para dejarlo todo atrás y
seguir adelante como si nada hubiera pasado. Algunas veces el panorama es tan
desalentador, con un presente tan opaco que preferimos sumergimos en la negación,
con la ingenua idea de encontrar luz en medio de tanta oscuridad.
Hoy traigo mi experiencia
con “Canción nocturna” escrito por
Benjamin Alire Saenz, traducido por Ariadna Molinari Tato, su título original es
“Last Night I song to the Monster”, tiene un total de 303 páginas y distribuido en Colombia por la Editorial Planeta.
Canción Nocturna está
narrada desde un centro de rehabilitación para personas con todo tipo de
adicciones, enfermedades o trastornos mentales. A simple vista es una historia
sobre un grupo de personas intentando mejorar su calidad de vida a través de
terapias y grupos de apoyo, aun así, conforme avanza la historia nos encontramos
con la intimidad de muchos de los personajes quienes narran las razones, los
sucesos y las personas que fueron los motivos para tomar malas decisiones que
los llevaron a su actual lugar de residencia.
Dentro de este grupo se
encuentra el narrador de la historia: Zach, él no tuvo exactamente una vida
fácil, creció en un contexto donde las drogas, el alcohol y el vandalismo era
el común denominador. Su ambiente
familiar estaba compuesto por una madre depresiva, un padre alcohólico y un
hermano drogadicto quien se encargaba de impartir control y violencia dentro
del hogar. Nadie hubiera creído que con el rendimiento académico tan destacado
Zach, éste tuviera problemas de
autoestima, alcoholismo y depresión.
Las primera páginas nos
develan un protagonista bastante frágil, temeroso, poco expresivo y carente de
afecto, se refugiaba constantemente en sus pensamientos que constaban de
recuerdos vagos sobre su vida familiar, escolar, intrapersonal e interpersonal.
Adicionalmente se sentía constantemente triste y creaba teorías sobre por qué
se sentía tan mal o por qué no merecía ser feliz, era doloroso leer sus
palabras y recuerdos, muchos de ellos estaban relacionados con hechos violentos
o desconcertantes para un joven de su edad.
Las adicciones fueron el
punto de fuga de una realidad que no aceptaba, le permitía ausentarse de su
cuerpo y sus pensamientos, lograba alcanzar estados de olvido para aquellos
eventos que lo acongojaban en su diario vivir. Ahora bien, cualquier tipo de
dependencia tiene un límite, el día en que Zach logro alcanzarlo y
sobrepasarlo, fue internado en el centro de rehabilitación. Los primeros días
trajeron consigo muchos altibajos, peleaba constantemente consigo mismo, su
terapeuta y compañeros, se negaba a estar en aquel lugar y a pesar de que no
estaba obligado a quedarse, no tenía el valor de irse.
Como bien lo mencioné,
aceptar no es fácil, el nuevo presente de Zach dentro y fuera de aquella
institución traía consigo verdades difíciles de afrontar, lejos de sus antiguas
adicciones construyó una coraza impenetrable donde desechaba sus sentimientos, se
refugiaba en el olvido y se permitía adquiría comportamientos poco saludables.
Cada día que Zach pasaba en aquel lugar era una oportunidad para sentirse
miserable consigo mismo, perdía a cada paso las esperanzas de sentirse mejor, experimentaba
emociones, preguntas y recuerdos que lo movilizaban pero que se negaba aceptar.
Sin embargo, no todo es
tristeza en este libro, la historia de vida de los demás residentes y
compañeros juegan un papel importante, sus testimonios sembraron esperanza en
el corazón de Zach, ser consciente sobre otras realidades le permitió romper
barreras y superó en gran medida el dolor. Con tiempo y después de muchos
sucesos comprendió y aceptó el devenir de las cosas, abrió su corazón y con
dolor perdonó su pasado para darle la bienvenida al presente con un sinfín de nuevas oportunidades para amar y creer.
Puedo decirles con el
corazón en la mano que Canción nocturna
me revolcó la vida, la manera en que evolucionaron los personajes, descubrir la
verdad que se contó a gotas durante todo el libro y su capítulos finales, se
convirtieron en una avalancha de emociones al punto de hacerme derramar
lágrimas. De esta hermosa historia me llevo aprender a dejar ir para poder abrazar nuevamente, ser consciente y tener la iniciativa de
cambiar mi mundo cuando lo desee o me vea estacando, a creer que el universo,
la vida, Dios o como quieran llamarlo; siempre
nos regalarán caminos y ángeles para caminar acompañados
Por último quiero
expresar que Benjamin Alire Saenz se ha convertido en uno de mis autores
favoritos, me gusta su forma de narrar, jugar con el tiempo, regalar de una
manera cuidadosa y atrapante los hechos detonantes de la historia, admiro la
manera en la que trata problemas tan cotidianos de una manera tan simple y
sobre todo, amo la sencillez que tiene para concluir. Sobra decir que Canción Nocturna debería estar dentro de
sus libros leídos o prontos a leer, deseo de todo corazón que la editorial
Planeta Colombia lo traiga pronto para que le den una oportunidad.
Andrés Caicedo... como el escritor.